sábado, 22 de mayo de 2010

De nuevo en la Buti

De nuevo cuatro días de descanso en la Buti. La casa nos recibe joven y acogedora después de les reformas que han rejuvenecido su cuerpo, aunque las obras de la casa de al lado (pura envidia, creo yo) perturbaron nuestra quietud de otras visitas. Esta vez, como cuando anteriormente visitamos Bolonia, Tarifa y Ronda, venimos dispuestos a hacer turismo por algunos pueblos interesantes del entorno malagueño, aunque se encuentren algo distantes de la Buti.
El primer día tocó Antequera, donde nos sumergimos en el bosque de piedra de El Torcal. Nos asombraron las formaciones geológicas y la variedad y originalidad de la floración, Marta encontró una variedad de orquídea. Hicimos la ruta corta, de asombro en asombro. Después el dolmen de la Menga, impresionan sus piedras de hasta 2 m. de grueso y la solidez de la construcció. En el pueblo, una sorpresa gastronómica. Comimos en el Coso San Francisco un conjunto de platos originales, perfectamente cocinados, que nos permitió degustar una serie de sabores basados en fórmulas culinarias antiguas, generalmente de orígen árabe. Un servicio atento y la información y orientación de Charo, la patrona, nos hizo disfrutar de uno de los mejores momentos del día.
Y después el Desfiladero de los Gaitanes y el Chorro, angostura imposible entre farallones de sierra. Volvemos a la Buti bordeando los tres pantanos.
La Venta, como siempre, nos satisface a la hora de cenar con la sopa del cocido y el lomo de toda la vida. Antes de acostarnos, una buena sesión de partidas de Rumi. A Joaquín le excusamos algún día por la manía que tiene de estudiar a distancia (a su edad ....).
La siguiente etapa, Nerja y su cueva de las Maravillas, de tal grandiosidad que, aunque llena de turistas como nosotros, se podía admirar con cierta tranquilidad. Alturas increibles en unas cuevas, formaciones mágicas y la sala del Cataclismo, que nos hizo sentir la fuerza de un terremoto. Y en el pueblo el Balcón de Europa, terraza natural con vistas al mediterráneo, y la plaza principal con boda de guiris incluida.

Y la otra ruta, Casares, pueblo blanco enganchado a la montaña, calles blancas empinadas, el recuerdo constante de Blas Infante, naturaleza pura y lugares interesantes (castillo árabe, fuente de Carlos III, Baños de la Hedionada, ...). Un buen aguacero resfrescó el ambiente..
Como despedida, el último día, visita rápida a la catedral de Málaga y paseo obligado por la siempre viva y acogedora calle Larios, con degustación incluida de pescaito frito en El Piyayo.
De vuelta, oh! sorpresa de la naturaleza. El aeropuerto de Málaga queda cerrado al tráfico aéreo por los efectos de la nube de cenizas del volcán islandés de nombre impronunciable. Caos mental, posibles opciones: canje del billete para el día siguiente (o la semana), tren Málaga-Barcelona, coche de alquiler. Nos decidimos por esta última, conduciendo toda la noche hasta Badalona. Joaquín, Marta y yo, alternativamente, Carmen velando nuestra conducción, al final fué la que menos durmió.