Desde entonces nos ha estado acompañando fielmente en la playa de la Buti, conteniendo las cremas, las gafas, las llaves de la casa, los juegos de los niños. Punto de referencia en la playa: “-buscar la chipionera”, compañera inseparable de la sombrilla, las zapatillas y las toallas, testigo mudo de confidencias, enfados y cotilleos diversos y de cómo nos hacíamos mayores a través de estos 30 años, durante los cuales no hemos faltado un solo año a nuestra cita con la ahora anciana bolsa de playa. Si hablara, más de uno reiría, o lloraría.
Le ha llegado la hora de la jubilación. Las arandelas se han oxidado, los cordones han envejecido. Han caído los complementos, pero su cuerpo de rafia se mantiene entero. Seguirá dando servicio guardando las toallas y los bañadores durante el invierno, esperando vernos el próximo verano. La vida de la playa era demasiado para ella, ha sido sustituida por una joven bolsa de material sintético, serigrafiado, lavable y funcional. ¡Son los tiempos!
