lunes, 29 de octubre de 2007

¿Existe la Butibamba?

Mis hermanos, mis amigos y mis compañeros de trabajo me preguntan cada verano lo mismo: ¿Qué es eso de la Butibamba? La leva sonrisa indica la sospecha de que se trata de algún mote inventado con intención de despistar, suena a lugar exótico, como Cochimbamba o Tombuctú, nombres míticos que también existen realmente.

La respuesta a la pregunta podría ser diferente según quien la respondiera. Esta es la mía.

La Butibamba es un lugar, creedme, existe. Está situado al sur peninsular y pertenece al municipio de Mijas. Tiene sus límites (aquí puede haber diversidad de opiniones) en la autovía Málaga-Marbella por el norte, el mediterráneo, concretamente la Butiplaya, al sur, la urbanización Las Mimosas al oeste y el arroyo de la Cala del Moral y el hotel Costa del Sol al este.

http://www.foro-ciudad.com/malaga/la-butiplaya/foto-satelite.html


Por si todavía existen dudas, en el lugar ya existía en 1800 la Venta de La Butibamba






Para mayor información, el municipio de Mijas tiene catalogada la playa que hay delante de la Butibamba como la Butiplaya.

http://www.mijas-digital.es/mijas/extranet/verContenido?al_men_pk=1153&as_ruta_men_pk=1004,1025,1153&al_tpo_pk=null&al_tfor_pk=null

Este verano del 2007 la tormenta que aparece cada año ha sido especialmente impetuosa, nos ha privado algunos días de disfrutar de la playa pero, en cambio, nos ha regalado unas imágenes espectaculares entre las nubes, el sol y el agua.




miércoles, 20 de junio de 2007

Crónica de cuatro días en la Buti

El aeropuerto de Málaga continúa en obras. Después de que la conductora del bus que nos llevaba a alquilar el coche nos pusiera al día de la situación climatológica de la zona, nos diera varios consejos para pasarlo bien y nos hiciera pasar un rato divertido, enfilamos la autovía en dirección a Cádiz-Algeciras, ruta habitual en verano de emigrantes árabes en Europa. El C1 que nos dieron era lo mínimo que se despacha en coche, hasta el punto de que Carmen no encontraba el tirador para abrir la puerta trasera, se confundía con los pilotos traseros. Con espíritu competitivo, durante los cuatro días estuvimos buscando otro coche más pequeño que el nuestro, sin éxito.
Nos recibió una playa solitaria y un mar tranquilo, sólo una familia extrabutibambera se había aposentado al completo en la playa. La casa, como siempre, entrañable y acogedora, con los achaques propios de la vejez arquitectónica, un poco como nosotros, que la hemos acompañado durante estos últimos años. La tarde apacible nos permitió dar un largo paseo por la playa, y la noche nos regaló una luna rielando en el mar.
Las tortas Inés Rosales me devuelven a mi infancia, todavía tienen el número de teléfono de dos cifras impreso en el envoltorio. ¿Hay algo mejor para acompañar, recién levantado, el primer café con leche, en plena holganza? Y el segundo con la inevitable tostada con aceite de oliva en La Canasta, con los gorriones acompañándonos a desayunar.
Marta expresó con una frase lapidaria, el sentido de estos cuatro días: "He venido a la Buti ni tan siquiera a pensar".
El segundo día fue Málaga, la Alcazaba, como dormida de un pasado ajetreado, el museo Picasso, edificio blanco y mediterráneo, rehabilitación magnífica de un antiguo palacio. Las esteras en balcones y ventanas, creando una atmósfera fresca y umbría, me trasladaron a veranos calurosos y sofocantes. Después el centro peatonal, pivotando alrededor de la calle Larios, encantadora, donde todavía los vecinos se saludan al cruzarse. El Piyayo nos sirvió una fritura malagueña que nos hizo saborear el arte de freir de estas tierras.
Y el tercer día estuvimos agradablemente acompañados por los granadinos, que vinieron a visitarnos. Baño, sol, charla y unos magníficos boquerones en vinagre acompañados de dorada al espeto que nos sirvió Juan en su chiringuito, el PapaO.
Joaquín se dedicaba a perseguir grandes monstruos marinos, como el de la foto, que le dejó grabada su pinza en el labio.
Y entre no hacer nada y no hacer nada, probé de enviar mensajes con fotos por el móvil a Berta y Andrea. Funcionó perfectamente.Por la noche paseo hasta La Cala, con los gatos equilibristas exhibiéndose ante nosotros delante de la Torre.
Llegó el cuarto día, y más de lo mismo, playa, sol, no tanto como,los días anteriores, sólo Carmen se baño, !cómo no! Y la preocupación de cada día: dónde y qué comer, hay tanta oferta gastronómica (el Miguel, la Peña Flamenca, la Venta, ...) que es difícil decidirse, a punto estuvimos de quedarnos sin cenar. La Venta nos acogió con su famoso lomo y un caldo de puchero casero sorprendente.
A la vuelta volvimos a encontrarnos con la conductora marchosa del bus, que nos recriminó no llevar chorizos y morcilla malagueña, volvió a alegrarnos el trayecto.
Y una anécdota del año pasado,fuimos al otro chiringuito de la playa, nos servía un camarero que se veía novato. Cuando nos ofrecía el repertorio de raciones, nos dijo que tenía mejillones.
Preguntamos:
- ¿Cómo los ponéis?
Puso cara de asombro, dudó y, finalmente, respondió:
- Pues en un plato.