Nos recibió una playa solitaria y un mar tranquilo, sólo una familia extrabutibambera se había aposentado al completo en la playa. La casa, como siempre, entrañable y acogedora, con los achaques propios de la vejez arquitectónica, un poco como nosotros, que la hemos acompañado durante estos últimos años. La tarde apacible nos permitió dar un largo paseo por la playa, y la noche nos regaló una luna rielando en el mar.Las tortas Inés Rosales me devuelven a mi infancia, todavía tienen el número de teléfono de dos cifras impreso en el envoltorio. ¿Hay algo mejor para acompañar, recién levantado, el primer café con leche, en plena holganza? Y el segundo con la inevitable tostada con aceite de oliva en La Canasta, con los gorriones acompañándonos a desayunar.
Marta expresó con una frase lapidaria, el sentido de estos cuatro días: "He venido a la Buti ni tan siquiera a pensar".
El segundo día fue Málaga, la Alcazaba, como dormida de un pasado ajetreado, el museo Picasso, edificio blanco y mediterráneo, rehabilitación magnífic
Y el tercer día estuvimos agradablemente acompañados por los granadinos, que vinieron a visitarnos. Baño, sol, charla y unos magníficos boquerones en vinagre acompañados de dorada al espeto que nos sirvió Juan en su chiringuito, el PapaO.
Joaquín se dedicaba a perseguir grandes monstruos marinos, como el de la foto, que le dejó grabada su pinza en el labio.Y entre no hacer nada y no hacer nada, probé de enviar mensajes con fotos por el móvil a Berta y Andrea. Funcionó perfectamente.Por la noche paseo hasta La Cala, con los gatos equilibristas exhibiéndose ante nosotros delante de la Torre.
Llegó el cuarto día, y más de lo mismo, playa, sol, no tanto como,los días anteriores, sólo Carmen se baño, !cómo no! Y la preocupación de cada día: dónde y qué comer, hay tanta oferta gastronómica (el Miguel, la Peña Flamenca, la Venta, ...) que es difícil decidirse, a punto estuvimos de quedarnos sin cenar. La Venta nos acogió con su famoso lomo y un caldo de puchero casero sorprendente.
A la vuelta volvimos a encontrarnos con la conductora marchosa del bus, que nos recriminó no llevar chorizos y morcilla malagueña, volvió a alegrarnos el trayecto.
Y una anécdota del año pasado,fuimos al otro chiringuito de la playa, nos servía un camarero que se veía novato. Cuando nos ofrecía el repertorio de raciones, nos dijo que tenía mejillones.
Preguntamos:
- ¿Cómo los ponéis?
Puso cara de asombro, dudó y, finalmente, respondió:
- Pues en un plato.
1 comentario:
Cuatro días dan para mucho, verdad?
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